viernes, 30 de marzo de 2012

DE LA PROMISCUIDAD Y OTROS DEMONIOS.


Entre lo público y lo privado existen hoyos negros que pisamos cotidianamente callados por el pudor de afrontarlos, a sabiendas que las caídas son vacíos inmensos, el sexo en la cultura occidental es un tabú que se cultiva de una manera muy artesanal proliferado en todas sus dimensiones, América Latina es cuna de los tabúes y de la doble moral, sociedades enfrascadas en alucinaciones repentinas para explicar realidades dentro la vida cotidiana, en pocas palabras se explica y se habla de una realidad que no es la que se vive.

Las buenas costumbres, los buenos modales junto con la ignorancia y el consumismo voraz por y del sexo han creado fuertes conflictos entre las mismas sociedades latinoamericanas, digerir el sexo no es tan sencillo como se pueda pensar es más bien un bocado espinoso que cuesta digerir incluso morderle, por ello lo complicado al hablar de sexo en estas sociedades tercermundistas, como mal nos llaman los norteamericanos y europeos,  es espinoso por donde se le quiera ver.


A través de la historia vemos que el machismo y la moral conservadora se estableció en la sociedad colombiana de una forma inhóspita para una sexualidad libre, el discurso de los placeres se torno misógino y conservador, la mujer no podía tener sexo por placer; el sexo era permitido sólo para la procreación, si este no fuese el objetivo se satanizaba con castigos apoyados por la religión. El factor religión ha jugado un papel determinante en el desarrollo de la sexualidad de los colombianos, poniendo siempre entre dicho la divinidad y el servilismo de la desigualdad de género entre la mujer y el hombre, además que ha institucionalizado formas culturales a seguir en cuanto a la práctica del sexo.

Para este semana  intento dar mi opinión sobre el sexo promiscuo y como lo viven y lo conciben los hombres en el entorno de nuestro país, la idea de escribir sobre este tema es producto del interrogante que en alguna ocasión, una amiga, hoy no muy amiga, me hizo respecto a la idea de que la promiscuidad es exclusiva de pervertidos sexuales y homosexuales.

Hablando de esa idea con mi amiga, le decía que si en verdad cabe hacer un señalamiento tan severo y tan a la ligera, ella lo pensó mucho diciendo, ¿Que no? ¿Pues si son muy promiscuos los homosexuales, no?, mi respuesta fue, “tal vez tengas razón” pero hice la pregunta ¿Los hombres ven el sexo de la misma manera que las mujeres? Con esto pretendía orientar mi idea; la mayoría de los varones colombianos, concebimos el sexo como un privilegio, un habito que debe estar y está dentro de nuestra vida cotidiana, lo buscamos y lo necesitamos casi instintivamente, a diferencia de la mujeres que ven el sexo desde otra perspectiva marcando una constante en la sociedad colombiana.

Los roles que marcan y se permiten son los que con el tiempo se institucionalizan prevaleciendo a lo largo de los años.

El sexo es una palabra que tiene miles de ramificaciones culturales, sociales, políticas y económicas; dentro de esas ramificaciones encontramos que en lo social el sexo dejo de ser un tabú de pecado para ser un habito hedonista donde el individuo tiene derecho al placer, con ello nuevas formas de relacionarse y establecer roles, los cuales  fueron creando nuevos conflictos y problemas, la promiscuidad es uno de ellos y la problemática que genera lo es aún más, pues desde mi punto de vista no satanizo la promiscuidad, como tal, al contario, bien aventurado el que pueda comer a la carta, sino, las consecuencias que genera si no es ejercida con responsabilidad.

Dentro de la sociedad, en este caso la colombiana, aprendemos a comportarnos de cierta manera, desde que nacemos, poco a poco vamos entrando a un orden social que no se da biológicamente, ni mucho menos se deriva únicamente de datos biológicos, ya que el ser humano tiene la necesidad de crear un ambiente social con la totalidad de sus formaciones socio-culturales y psicológicas. De ahí que se censuren ciertas conductas que salen de lo que está establecido, con esto las conductas censuradas se habitúan dentro del imaginario colectivo que a su vez llegan a institucionalizarse.

Las instituciones implican historicidad y control, las instituciones se crean de alguna manera para aprobar el comportamiento social y controlar estableciendo pautas definidas de antemano que lo canalizan en una dirección determinada en oposición de muchas otras; el carácter controlador de las instituciones es inherente en cuanto a tal, esto para el sostén de la misma institución.

La fidelidad está institucionalizada junto con la buena conducta moral, el sexo libidinoso y toda “perversión” o variación sexual en su práctica no está institucionalizada por lo tanto se establece una prohibición que se antecede por la legitimación, es decir, yo puedo ser fiel y tener sexo con mi respectiva pareja siempre y cuando respete esa intimidad, -lo que concierne a lo privado; si yo establezco una conducta que salga del matrimonio y que sea con una persona del mismo sexo entonces seré sancionado por la misma institución de la fidelidad y del sexo “natural”; porque ese tipo de conductas no está institucionalizada, si el caso fuera que la fidelidad se viole con otra mujer que no sea la esposa, solo será castigado con la frase “ todos los hombres son infieles” "pero es un buen marido ámalo y respétalo como es”, mientras el varón heterosexual cumpla con sus obligaciones del esposo proveedor es suficiente para callar una infidelidad; lastimosamente esta es la realidad misógina en la que estamos envueltos.

Los varones desde pequeños comienzan a establecer y reproducir ciertas conductas instruidas por sus padres, desde jugar deportes, acompañar en algunas actividades al padre, “aprender a hacerse hombre” -como si no se fuera desde el momento que se nace-, estas conductas se repiten desde que se nace, si debe tener su habitación azul y artículos de color azul, nada que ponga en duda la hombría del nuevo Varoncito, conforme  a lo anterior el niño crece los patrones y el rol que debe asumir se vuelven más intensos, estrictos y definidos
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Dentro de la idea institucionalizada del ser hombre, este no puede demostrar debilidad para ello debe ser quien tome y tenga el control de las situaciones donde la mujer quede en segundo término y ese control va siendo permisivo en la pareja al saber que en vez de tener al león enjaulado es mejor que vaya y se desestrese con los amigos en algún burdel.

Buscar siempre el desahogo cuando la masculinidad lo amerita y la economía lo respalda, que mejor que una buena estimulación que deje satisfecho, sin tantos cortejos en el hogar (si al caso fuera que se es casado), de lo contrario cortejar una chica o buscar otra manera más fácil y rápida de eyacular, es gratificante.

En los textos “la Dominación masculina” de Pierre Bourdieu donde la sexualidad de la mujer se adapta las necesidades del hombre, el sexo más fácil al alcance del cualquier varón necesitado de hedonismo sexual rápido, sirven como ejemplo para el análisis del consumismo del sexo -Sexo igual a dinero-.

La práctica de tener sexo son ligeramente distintas entre homosexuales y heterosexuales, pero las formas de buscarlo son muy parecidas aunque en la realización al erotismo sea enfocado de forma distinta.

Los homosexuales han encontrado una forma más fácil de practicar sexo, proporcionado por el mercado LGBT, que cada día crece para hacer adeptos y simples consumidores, a estos grupos el sexo es el primer menú en Internet, saunas, sex-shop, etc. lugares públicos donde se ensalza el erotismo de lo prohibido y lo fácil. ¿A quién no le gusta combinar estos conceptos?

Las prácticas homosexuales, en su mayoría, no todas, se concretan en el placer hedonista que se refuerza en esos momentos de orgasmos que pocas veces cumplen con sus expectativas, y sin embargo se sigue buscando como una forma de escapar del control, represión, acoso homofóbico y moral de la sociedad. Lo anterior lo sostiene un amigo, que de alguna forma intenta justificar su amor no por los hombres sino por sexo con ellos.

Buscar y encontrar momentos de plenitud y felicidad en el coito de hombre a hombre para evadir las presiones sociales son el antídoto perfecto para propiciar y enriquecer encuentros furtivos que hacen del hombre sexuado un verdadero promiscuo para la sociedad, de manera errada y poco cociente de las verdaderas necesidades de los seres humanos.

La heterosexualidad es ligeramente distinta a la homosexualidad a la hora de buscar el desahogo en orgasmos ocasionales y fáciles para el desestres y la reafirmación de la virilidad en lo sexual del macho proveedor, controlador, fuerte y exitoso de la sociedad colombiana, ésta diferencia se marca entre el orificio anal y vaginal, que sin duda no están lejos uno del otro como no lo están los homosexuales de los heterosexuales.

Los tablee dance y bares son los idóneos para conseguir alguna chica que por cierta cantidad de dinero acceda a tener relaciones sexuales con el hombre macho necesitado de afecto de libertad de ser sólo hombre y no macho con todo lo que esto implica. Amantes y amigas íntimas son permitidas y buscadas para legitimar y dar más virilidad. La búsqueda del placer heterosexual recae en esa legitimación por merecer el titulo de virilidad rebasando las reglas y reinventando nuevas prácticas que si bien no están institucionalizadas si se legitiman en el consenso social teniendo en cuenta que la promiscuidad que rebasa la exclusividad entre hombres homosexuales y heterosexuales y que recae en el hecho de ser hombre con todos los derechos y libertades que la sociedad permite desde el momento en que se nace hombre.

Quien afirme que la promiscuidad es exclusiva de homosexuales estará dejando de lado que vivimos en una sociedad sexuada, hambrienta de sexo y consumismo hedonista basado en el coito anal y vaginal, el mercado ha acaparado a la sociedad en su conjunto con todo y sus diversidades, que la práctica de tener sexo rebasa al mismo género.





@yeilertapias



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